2 de noviembre
En esta fecha recordamos que la vida tiene un comienzo y un final. La muerte no admite excepciones; lo mismo muere el justo y el infiel, el bueno y el malo, el limpio y el sucio, el que cree y el que no. “A cada Santo le llega su fiestecita”.
Esto nos hace reaccionar ante la tibieza, ante la apatía en el cumplimiento de los mandatos del Creador, ante el apego a una vida cómoda y materialista.
Pero también nos ayudará a cumplir con la familia, con el trabajo, a comprender que esta vida es un tiempo corto. Cualquier día puede ser el último de nuestra vida y quizá ese momento puede no estar muy lejos.
Se dice que la muerte es como un arpón clavado en el corazón y la mente del hombre: nos desagrada la idea de que las personas dejen de existir, pero comprobamos a diario que esto ocurre.